Y al tercer día resucitó de entre los muertos. O quizás fueron miles de ellos más, al menos eso le parecieron. Allí estuvo él mirando por la ventana, observando, tratando de entender a todas esas personas que se sonreían sin sentir absolutamente nada vivo en el fondo de su ropa interior. Pero poco a poco comprendía. Escuchando a Quique González cuando bajaba y a Radiohead cuando subía. Y todos los pequeños detalles que tenían lugar a su alrededor, todas esas casualidades y todas esos errores y expresiones que chocaban y chocaban contra su cabeza todas las mañanas en las que se levantaba con el pie derecho, colaboraban a ello. Se sentía en vena. Afortunado. Y no sabía porqué. Lo mismo daba, pero el caso es que pasaba en el momento adecuado. Como un arma precisa que dispara directamente entre tus ojos para decirte:
Ei chico! puede que tengas demasiadas esperanzas para pensar siquiera en las expectativas así que, acuéstate y disfruta.