viernes, 30 de abril de 2010

Helado de limón


No pude convertirme en nada: ni en bueno ni en malo, ni en un sinvergüenza ni en un hombre honesto, ni en héroe ni en insecto. Y ahora estoy alargando mis días en mi esquina, torturándome con el amargo e inútil consuelo de que un hombre inteligente no puede convertirse seriamente en nada; de que tan sólo un idiota puede convertirse en algo.

Fiodor Dostoievski,
Memorias del subsuelo.

No te conviertas en nada. Sé tú mismo.

miércoles, 28 de abril de 2010

where the wild things are


No diré érase una vez, pero lo que si diré es que lo que te voy a contar te sonará, le ha pasado a muchas niñas con mirada risueña. De esas que se muerden las uñas y no les importa lo que digan mamá y papá. De esas que se manchan la nariz de chocolate al comer un helado en un mediodía caluroso. No puede haber nada mejor. Nube se llamaba. Todo gracias a la falta de originalidad de su padre sumádo a la afición de su madre a las nubes de gominola. Mejor Nube que gominola no? pensó el padre.

Ahora ya te puedes hacer una idea de como era. El físico no importa. Lo que realmente importa es que la puedes imaginar revoloteando por las habitaciones, subiéndose a las sillas y saltando encima de la cama. Todo ello con la energía de una abejita. Estas a punto de tocarla con la punta de los dedos.

El problema es que cuando todo parece perfecto en ocasiones hay algo que lo ensucia. Y lo que ha ensuciado mi historia es que aquella niña creció y creció y no dejó de crecer y cuando quiso darse cuenta ya no podía mancharse la nariz de chocolate ni de nata ni de vainilla. Y tampoco se mordía las uñas. Esa famosa sonrisa con huecos, en pago al ratón pérez, ya no aparecía con tanta frecuencia y cuando lo hacía no era igual. Ni bonita ni sincera.

Pero, a pesar de haberse ensuciado esta historia, la imaginación y las ganas de final feliz hacen que pasen cosas que me arreglen un poco esto que te cuento. Ocurrió que un día una vocecita se asomó a su oreja y le espetó:

-Sé feliz!-

A lo que Nube contestó:

-No puedo!-

Entonces la vocecita dejó de ser vocecita y se mostró como conciencia y argumentando y muy lógicamente le dijo:

-Eres feliz. Sólo has de darte cuenta.-

Y desde aquel momento Nube volvió a mancharse la nariz de todos los sabores y a morderse las uñas. Volvió a saltar en la cama y a sonreir, pero, esta vez, con todos los dientes.

Bonita forma de contar nada en mucho y mucho en nada. Te ha gustado?